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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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17-04-2016

 

Entrevista a Raúl Zibechi, periodista y analista de movimientos sociales

 

“La credibilidad del PT como un instrumento de cambios está en crisis terminal”

 

Foto: Raúl Zibechi, estudioso y acompañante de los movimientos populares de América Latina, autor del libro “Brasil potencia: entre la integración regional y un nuevo imperialismo”, publicado en 2012.

 

SURda

Brasil

Opinión

Ariel Noyola Rodríguez

A juicio del periodista uruguayo, Raúl Zibechi, Brasil enfrenta en la actualidad una grave crisis de carácter multidimensional. Es una crisis que va mucho más allá de los escándalos de corrupción que involucran a poderosos empresarios y altos funcionarios de los Gobiernos emanados del Partido de los Trabajadores (PT).

A unos días de saber si se habrá o no impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff, Zibechi sostiene en entrevista con Ariel Noyola Rodríguez que el contexto económico y político de Brasil es extremadamente complejo, pues ha emergido una nueva derecha, con rasgos muy diferentes de aquella derecha de las décadas de 1960 y 1970, es una derecha que tiene una base social importante, que ha conseguido ocupar las calles y poner en jaque al Gobierno.

Ariel Noyola Rodríguez: Brasil está sumergido en el caos, tanto económico como político. El año pasado la economía sufrió la contracción más profunda del último cuarto de siglo. El escándalo de Petrobras precipitó la caída de las acciones de la empresa petrolera en la bolsa de valores, mientras que los responsables de la política económica aplican recortes de gasto público. Desde tu punto de vista ¿Ha tocado fondo la economía brasileña? ¿Nos encontramos frente a la implosión del régimen económico y político del gigante sudamericano?

Raúl Zibechi: Es difícil concluir si la economía ya tocó fondo. Brasil padece una crisis económica que está vinculada a su vez a una crisis política. El impasse político ha llevado a un impasse económico. Y esto es importante porque no se va a resolver la crisis económica hasta que no se resuelva la crisis política. A mi modo de ver, el futuro es bastante oscuro porque este mes de abril se decide si hay o no destitución, si prospera o no el impeachement de Dilma.

Pero más allá del resultado del impeachment que se vota en unos días, en Brasil hay una crisis de hegemonía. Osea, hubo una hegemonía neoliberal impulsada por las clases dominantes, luego hubo una hegemonía lulista a partir de 2003 producto de la crisis del modelo neoliberal. Y ahora con la crisis del lulismo , podemos llegar, y esta es mi hipótesis, a que el fin del ciclo progresista por lo menos en Brasil, sea muy largo porque no hay una hegemonía alternativa al lulismo .

El lulismo aún en crisis tiene mucha fuerza, pero la derecha o los sectores destituyentes del lulismo también tienen mucha fuerza. Entonces estamos en una situación de equilibrio de fuerzas, de deslegitimación de todo el sistema político, y todo esto ha producido un período transitorio de “no hegemonía” que puede durar varios años. No existe en este momento una hegemonía clara de algún sector en particular. Hay enfrentamientos Norte-Sur, de clases, de razas, de etnias, hay una división muy fuerte en Brasil que aún no se adivina cuál será su solución.

Fíjate si será fuerte la división que el 2 de abril Folha de São Paulo , el periódico más influyente de Brasil, publicó una editorial bajo el título “Ni Dilma, ni Temer” argumentando que el impeachment no es la solución porque llevará a la fractura de la sociedad entre vencedores y vencidos y eso sería un trauma para el país, lo dicen con otras palabras.

Brasil tiene una crisis económica producida por una parálisis política, por el bloqueo de sectores de las clases dominantes, y sobre todo de las clases medias de las zonas del sur y el sureste (São Paulo, Río de Janeiro, Porto Alegre, etc.), que bloquean un Gobierno con el que no comparten el programa, que a su vez entra en crisis por motivos puramente económicos. El fin del ciclo progresista se debe en gran medida al fin de la etapa virtuosa de las materias primas ( commodities ). Es un panorama muy complejo, Brasil no padece una sola crisis, sino múltiples crisis.

Ariel Noyola Rodríguez: A propósito de la crisis de hegemonía, en repetidas ocasiones has apuntado que la crisis brasileña se explica en buena parte por el desmoronamiento del consenso lulista , ese que buscaba producir bienestar para las mayorías pero sin tocar los privilegios de los de arriba. Sin embargo, hace unas semanas el ex presidente Lula declaró que si las condiciones lo exigían, no descartaba presentarse como el abanderado presidencial del PT en las próximas elecciones.

Entonces sorpresivamente la policía sacó a Lula de su domicilio y lo llevó a presentar declaraciones sobre los casos de corrupción. Sucede que diversas voces en la izquierda apuntan que esa acción sólo buscaba exhibir a Lula, debilitar su figura frente a la opinión pública, pues pese a todos los escándalos del PT, Lula es el candidato favorito para ocupar de nuevo la presidencia de Brasil.

¿No resultaría entonces contradictorio que, en medio de una recesión económica, en medio de un creciente deterioro del régimen político del PT, sea el mismo Lula, la principal figura del PT, uno de sus fundadores, quien conserve todavía un alto nivel de aceptación entre la sociedad brasileña?

Raúl Zibechi: Es verdad que Lula tiene un nivel de aceptación mucho más alto que Dilma, y que la misma coalición que integra el Gobierno de Dilma. Dilma lleva gobernando más de 12 meses con un nivel de aceptación en torno a 10 puntos porcentuales. Sí, es cierto que Lula tiene una imagen superior a la de Dilma, pero creo que eso no sería suficiente al día de hoy para ganar las elecciones. Por muy hábil que sea Lula, no olvidemos que él gano en una situación marcada por una crisis de gobernabilidad de la socialdemocracia de Fernando Henrique Cardoso, Lula triunfó bajo un el lema que fue muy popular: “Paz y Amor” . Pero eso ya no existe hoy.

Lula encabezaría un movimiento que ya es muy cuestionado por la mitad del país. Yo creo que él puede sí, presentarse a las elecciones, incluso competir en una segunda vuelta, pero en gran medida no por méritos propios como en 2002, sino por demérito de otros sectores, la socialdemocracia, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PDMB), que están muy involucrados en casos de corrupción.

Considero que es discutible que Lula mantenga un alto nivel de aprobación. Sí, sin duda en algunos sectores, pero hoy hay algo que no había hace 12 años, hay un rechazo muy fuerte de un sector fundamental de la población: las clases medias y la burguesía. La burguesía brasileña no es cualquier burguesía, es una de las burguesías más importantes del mundo y la más importante del Hemisferio Sur.

Entonces creo que quienes están apostando a que haya una recomposición de Lula para las elecciones que se realizan dentro de 2 años están haciendo una mala lectura de lo que pasa con el PT. El PT no ha hecho sino perder votos, hoy tiene 58 diputados y fue elegido con más de 70. Sus propios diputados lo están abandonando, hay una erosión muy profunda así como un creciente aislamiento en el sistema de partidos alrededor del PT.

Ariel Noyola Rodríguez: El juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff encuentra posiciones divididas en la sociedad brasileña. Existen manifestaciones a favor que ponen énfasis en la corrupción de varios integrantes del PT. Pero también hay expresiones en contra que insisten que se trata de un “golpe de Estado” ¿A qué obedece esta polarización? ¿Cuál de las 2 posiciones crees que tiene más fuerza?

Raúl Zibechi: Las 2 posiciones existen fuera de toda duda. La destitución parlamentaria, sin justificación, porque de lo que se la acusa es ilegal, pero lo hacen todos, maquillajes de las cuentas fiscales en un año electoral, lo hacen los gobernadores de todos los Estados en Brasil, aunque no es legal por supuesto. Creo que no hay argumentos suficientes para destituirla.

A mí la tesis del golpe de Estado no me gusta para analizar el caso de Brasil, esa categoría hay que utilizarla para lo que es un golpe de Estado, que hemos vivido muchos en América Latina. Lo de Brasil ni siquiera se parece a lo que pasó con Fernando Lugo en Paraguay, es más bien un ataque a la democracia porque están vulnerando las reglas de la democracia, el espíritu de la democracia.

Coincido con lo que dices, el país está muy polarizado, con una minoría muy activa compuesta por las clases medias de las grandes ciudades del Sur (São Paulo, Río de Janeiro, Puerto Alegre, etc.). São Paulo representa un tercio de la población de Brasil. Todo el Estado de São Paulo tiene casi 60 millones de habitantes, la ciudad de São Paulo tiene 20 millones. Ellos forman una minoría consistente.

Y por otro lado está la minoría que se manifiesta a favor del PT, a favor del Gobierno. Sí, hay una polarización muy fuerte que se ha expresado en escenas de la vida cotidiana de forma muy importante. El cantante Chico Buarque ha sido abucheado en público al salir de su casa porque apoya al Gobierno de Dilma. También hay otros casos que hemos visto en estos días en el Sur de Brasil: una mujer pediatra se negó a atender a un niño de 1 año porque la madre era militante del PT. Y cosas así, las personas que salen a la calle con playeras color rojo son agredidas [ Nota del editor: el color rojo se relaciona con el PT ].

Hay una polarización social muy fuerte, en un clima de corrupción. Quiero aclarar que todo el sistema político brasileño es corrupto, también el PT, que la izquierda tenía la esperanza que no lo fuera. Cuadros muy importantes del PT han sido condenados por corrupción como José Dirceu, quien fue la mano derecha de Lula durante su primer mandato de Gobierno, hoy tiene sus derechos políticos cancelados por corrupción en lo que fue el Mensalão [ Nota del editor: Mensalão es el nombre que recibió el escándalo de corrupción entre líderes del PT durante el primer mandato de Gobierno de Lula ].

O Delcidío dó Amaral, militante del PT, quien fue el coordinador del parlamento. Es decir, connotados miembros del PT están involucrados directamente en la corrupción. Además, para formar Gobierno el PT tuvo que negociar con partidos políticos muy corruptos como el PDMB, incluso el Partido Progresista (PP), el que ha sido más mencionado en la corrupción, al que justo ahora se le están dando más cargos en el Gobierno para que se mantenga en la negativa frente a la destitución de Dilma.

Osea, lo que quiero decir es que no sólo el PT es corrupto, sino todo el sistema. Para el PT, en términos de una ética de izquierda, esto es insostenible. Aquí hay un gran problema que no se va resolver ni con la destitución ni con el triunfo de Dilma en el impeachment . Hay un problema de fondo en el sistema político brasileño a tal punto que hay quienes dicen que la operación Lava Jato es legítima, que está muy bien porque hay que limpiar el sistema político brasileño [ Nota del editor: Lava Jato es el nombre que se le da a una investigación realizada por la Policía Federal de Brasil de un esquema de lavado de dinero que presuntamente movió más de 10,000 millones de reales ].

Se ha calculado que por cada dólar que una empresa aporta a las campañas electorales en Brasil, recibe luego 8 dólares de beneficios, pues se le otorgan contratos para realizar obras públicas, etc. Y desde que ha estado en el Gobierno, el PT no ha conseguido cambiar esta situación. Esta es una de las principales críticas que desde la izquierda muchos compañeros le hacemos a este partido.

Ariel Noyola Rodríguez: Si algo reveló la operación Lava Jato fue la fuerte imbricación entre el poder empresarial y la élite gobernante. Hoy como bien dices, el PT está sumamente desacreditado, hundido en el caos sistémico. Sin embargo, hasta el momento no existe un deslinde de responsabilidades entre sus principales dirigentes, mucho menos se avizora una limpieza profunda de las estructuras corporativas del partido, ¿Consideras que el PT está hundido en una crisis existencial? ¿O cuáles pueden ser las salidas, las estrategias de los dirigentes para sacar a flote el partido?

Raúl Zibechi: Bien, en primer lugar tenemos una crisis del sistema político brasileño. Es un sistema que tiene una gran ilegitimidad. Te voy a poner un ejemplo, hace poco hubo una manifestación de cientos de miles de personas contra el Gobierno de Dilma, en la que 2 líderes opositores, el gobernador de São Paulo y el jefe de la oposición, Aécio Neves, quisieron hablar en la marcha, y la multitud, que era de derecha, los expulsó. Hay problemas en todo el sistema político, hay una crisis de falta de representación.

Creo que a corto plazo el principal proyecto del PT es seguir en el Gobierno porque si lo tumban va a ser muy perseguido por la justicia. Me imagino que a mediano plazo los cuadros del PT tendrán que conseguir algún arreglo, negociar con el sistema político para que no vayan todos presos. Porque también hay que decir que la justicia ha sido bastante unilateral, ha estado atacando muy fuertemente al PT.

Me parece que la credibilidad del PT como un instrumento de cambios está en crisis terminal. Más allá de los votos que el PT consiga en las próximas elecciones, hay una crisis del PT desde el punto de vista de su credibilidad. El resto es un futuro abierto. No tengo claro que el PT vaya a sobrevivir o desaparecer. Sin duda su apoyo electoral va a caer mucho, pero más allá de eso no puedo decir porque la situación en Brasil es muy cambiante.

El primer paso es esperar un par de semanas, hasta finales de abril, a que se decante qué va a pasar con el impeachment , para luego ver hacia dónde se acomoda esta nueva realidad.

Ariel Noyola Rodríguez: Es llamativo que en los principales medios de comunicación del continente latinoamericano solamente aparezcan las movilizaciones relacionadas con la corrupción en Brasil.

No hay muchas noticias sobre movimientos populares que denuncien la dominación de las grandes corporaciones sobre la economía por ejemplo, tampoco parece haber información relevante sobre movimientos de oposición a la política económica del Gobierno ¿Por qué han sido incapaces los movimientos anti-sistémicos en Brasil de plantarse como una alternativa, de construir hegemonía?

Raúl Zibechi: Hay por lo menos 3 explicaciones para comprender la debilidad de los movimientos anti-sistémicos. La primera es que los viejos movimientos se han debilitado, el movimiento sindical, el Movimiento Sin Tierra (MST). En gran parte porque se institucionalizaron y se pegaron mucho al Gobierno, así debilitaron su autonomía y su propia reproducción.

Pero como en la vida, los movimientos populares tienen ciclos. Los movimientos que emergieron en la década de 1980 cumplieron su ciclo de expansión y ahora están en una meseta, necesitan reinventarse para poder seguir adelante. Pero además los nuevos movimientos, el Movimiento Pase Libre (MPL), los del feminismo, etc., han mostrado dificultades para establecerse, para crecer, en gran medida por la fragilidad que deriva de ser movimientos de nuevo tipo, demoran tiempo en consolidarse.

El segundo aspecto de esta debilidad tiene que ver con el propio PT. El PT en el Gobierno ha conseguido neutralizar y cooptar a los nuevos movimientos y también a los viejos. Todo Gobierno tiende a neutralizar sobre todo a los críticos de su mismo color. El PT ha sido muy duro con los sectores críticos de la izquierda. No represivamente duro, pero sí discursivamente, implementando diversos mecanismos para neutralizar a estos movimientos, clonándolos muchas veces, impidiendo su desarrollo, etc.

Y el tercer aspecto que es fundamental es el papel de la nueva derecha. Esta nueva derecha toma fuerza cuando surgen las manifestaciones de junio de 2013, en un proceso que todavía no está muy claro y no es muy estudiado. A unas cuantas semanas de que ocurrieran esas manifestaciones la derecha se lanza a ocupar la calle, y lo hace de una forma muy vehemente, muy potente, con las banderas de Brasil, expulsando a las personas que llevan camisetas rojas, impone los colores verde y amarillo, que son los colores de la bandera de Brasil.

Este es un fenómeno muy importante porque es a partir de 2013 cuando esta nueva derecha ya no es sólo institucional, sino que se hace dueña de las calles. Es un fenómeno que ha pasado en otros países con las denominadas “revoluciones de color” , pero en el caso de Brasil no se debe solamente y quizás ni siquiera principalmente al asesoramiento de las fundaciones financiados por Estados Unidos como Open Society . Esto es un fenómeno con características propiamente brasileñas.

Las clases denominadas A y B por ingresos en Brasil, las que ganan más de 5 salarios mínimos al mes, aglutinan alrededor de 30 millones de personas. Osea, esta nueva derecha tiene una base social importante. Y no es una derecha golpista, católica y militarista como la de las décadas de 1960 y 1970. Es más bien una derecha moderna, que usa Internet, que no censura el consumo de marihuana ni la despenalización del aborto, es una derecha moderna.

No es algo que sea fácil de explicar y de comprender, pero es necesario analizarlo porque hoy en día nos encontramos en pleno auge de estas derechas en Brasil, que son las que han colocado a la defensiva al Gobierno de Dilma y a todo el sistema político.

En síntesis, lo que quiero decir es que hay varios factores, 3 por lo menos que explican la poca notoriedad de los movimientos anti-sistémicos. En noviembre pasado el Gobierno neoliberal del Estado de São Paulo quiso imponer una reforma educativa y no pudo hacerlo por la fuerte oposición de un movimiento estudiantil que ocupó más de 200 centros de educación secundaria durante 1 mes, el Gobierno tuvo que dar marcha atrás. Es decir, sí existen luchas sociales importantes, es sólo que el centro del escenario lo ocupa ahora esta nueva derecha, que lamentablemente la izquierda no ha sabido combatir.

Ariel Noyola Rodríguez. Economista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Fuente:http://www.globalresearch.ca/brasil-la-credibilidad-del-pt-como-un-instrumento-de-cambios-esta-en-crisis-terminal/5520354

 

Crisis y Agonía


Paulo Passarinho (Economista)

Correio da Cidadania, São Pablo, 13-4-2016


La actual crisis que vivimos es el resultado combinado de dos notorios falencias: el agotamiento de más una fase del modelo económico liberal-periférico y la incapacidad del actual modelo de representación política para encarnar las prioridades nacionales y populares, al encontrarse dependiente de las corporaciones económicas hegemónicas.

El agotamiento de la actual fase del modelo económico que nos guía desde los años '90, tiene como factor de fondo la crisis internacional iniciada en 2007/2008. La respuesta que el gobierno Lula dio en su momento -con la ampliación del crédito público para empresas y para familias, exoneraciones fiscales a diversos sectores de la economía y la propia elevación de la tasa de interés de inversión pública- conformó una exitosa política anti cíclica.
Mientras tanto, ese “éxito” debe ser contextualizado: esas iniciativas dieron aire a un modelo que solamente encuentra medios de sustentarse, de forma duradera, en un cuadro en que las condiciones de la economía global sean favorables , especialmente en lo tocante a la dinámica del comercio internacional. Y, mismo así, deja como consecuencias la desnacionalización del parque productivo, la regresión industrial, y la dependencia estructural a las exportaciones del complejo agromineral, la corrosión de las finanzas públicas por la carga de los intereses y la creciente mercantilización de los servicios de salud y educación, entre otras graves deformaciones.
Esto se da como resultado de algunas características del orden macroeconómico que en líneas generales prevalece desde 1999, a partir del acuerdo firmado por el gobierno FHC (Fernando Henrique Cardoso) con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y que dieron continuidad a la integración del país al mercado global, de una manera subalterna, principal característica del proceso que nos llevó al Plan Real en 1994.
Con la desaceleración de la economía china, la continuada crisis en la zona euro y los impasses e incertidumbres que todavía marcan la superación de la crisis en los Estados Unidos, el primer mandato de Dilma enfrentó fuertes dificultades para reeditar lo que fue el llamado neodesarrollismo , l a época del segundo mandato de Lula. Por mala conducción de la política económica y por presiones del sector privado, la tasa de inversión pública cayó, el crecimiento económico se vio paulatinamente reducido, las apelaciones a los inversores privados y externos para que apostasen en los programas de concesiones de proyectos de infraestructura no fueron bien sucedidos y el resultado perseguido por el gobierno -la retomada del crecimiento económico- es absolutamente frustrante.
Esas son las razones que determinaron la trayectoria de bajo crecimiento que marca el primer mandato de Dilma. En 2014, año electoral, las inversiones federales crecen, pero las condiciones de sustentabilidad del modelo, a partir de las premisas liberales, comienzan a ser cuestionadas. Este factor, en combinación con las consecuencias, en el plano político, de la investigación de la Operación Lava Jato -dejando cada vez más en evidencia las responsabilidades del gobierno y provocando su propia vulnerabilidad-, produce cambios que fueron anunciados luego de la victoria electoral de Dilma.
El problema es que el resultado de ese “giro” anunciado no causó el efecto esperado: para su base electoral y política, representó un mazazo; para la oposición de derecha, apenas una rendición política e ideológica a sus propias posiciones, pero principalmente una total demostración de fragilidad.
Pero que eso, la nueva orientación económica, con la elevación de la tasa de interés, cortes presupuestarios, restricción a derechos laborales y previsionales y la desastrosa política adoptada en relación a Petrobrás, y al conjunto del sector de ingeniería del país -en función del involucramiento de las grandes empresas constructoras en la Operación Lava Jato-, fue decisiva para producir recesión, desempleo, fuerte caída en la recaudación y una espectacular pérdida de popularidad de un gobierno que acababa de ser reelecto.

Con un cuadro como ese, producido por el propio gobierno, la oposición de derecha -bajo el comando de fuerzas que desde el primer momento de la derrota electoral de 2014 cuestionaron la victoria del oficialismo y enamoraron la tesis del impeachment - se vio con el campo abierto para su acción.
La aparente contradicción de las opciones de Dilma revela la ambigüedad del lulismo: con fuerte apoyo entre los más pobres, por causa de los efectos positivos que los gobiernos pos-2002 produjeron para esos segmentos su éxito depende, sin embargo -en función de sus opciones de política económica y de su conversión a los postulados de credo liberal-, del apoyo político que los sectores hegemónicos de la economía puedan brindarle.

.Esa fue la razón esencial para la “guiñada” de Dilma entre la campaña electoral y el período subsiguiente: presionada por las consecuencias de la Lava Jato, el gobierno no podría romper con la base política que sustenta el modelo económico de apertura financiera, de cambio fluctuante, de pretendida disciplina fiscal y de uso de la deuda pública para el financiamiento del desorden financiero generado por la política monetaria.

La idea de llevar un dirigente del Bradesco al Ministerio de Hacienda -una propuesta de Lula- obedeció a esa lógica.

Con todo, con las desastrosas consecuencias producidas por la política adoptada, por el creciente desgaste de las investigaciones de la Jato y por la pérdida de su productividad, turbonada por manifestaciones de masas contrarias al gobierno y estimuladas por medios de comunicación de masas, el segundo mandato del gobierno Dilma se metió en un callejón sin salida. Se puede afirmar que Dilma escogió para contemplar, buscando supuestamente la garantía para su gobernabilidad, pero no le resultó.

Ese es el contexto que nos llevó al esdrújulo proceso de impeachment, que ahora se tramita en la Cámara de Diputados, y de desenlace imprevisible.
En el plano de la política parlamentaria y partidaria, a su vez, el embrollo no es menor. Las investigaciones de la Operación Lava Jato van revelando los bastidores de la política real, la subordinación de casi la totalidad de los partidos a los grupos económicos financiadores de las campañas millonarias y el pesado juego financiero para la obtención o establecimiento de acuerdos y alianzas, entre partidos y líderes políticos.

Quien ya tuvo la oportunidad de leer el contenido de las llamadas delaciones premiadas -ya homologadas por la Justicia- del senador Delcídio Amaral o de Pedro Correa, ex-presidente del PP (Partido Progresista), la reciente entrevista dada al Estado de San Pablo por Roberto Jefferson, tendrá un cuadro cristalino del bandidaje en que se transformó la política brasilera, a partir del protagonismo de los actuales partidos que la hegemonizan.

También de la nota divulgada por el Grupo Odebrecht, donde fue explicitado el compromiso de la empresa “por una colaboración definitiva con la Operación Lava Jato”, esta acción investigadora y judicial es caracterizada como reveladora de la “existencia de un sistema ilegal e ilegítimo del financiamiento del sistema partidario y electoral del país”. Más claro imposible. Y, convengamos, por gente que conoce la tela...


Por tanto, bajo el punto de vista del modelo económico y del sistema de representación político-partidario, hay evidentes señales de una falencia y desmoralización generalizadas.


¿Mientras tanto, cuales los caminos posibles para imaginarnos una superación de esas dos dimensiones de la sociedad contemporánea brasilera?

La terapia propugnada por los liberales, y que el gobierno Dilma intenta asumir, busca ampliar las ramas del presupuesto público bajo control de grupos privados, reducir el costo del trabajo y abrir nuevas oportunidades de negocios a los dueños del capital. No hay ningún proyecto consistente de reorganización de la economía, buscando reducir la dependencia económica del país, dotar el Estado de una mayor capacidad de inversión, definir una estrategia consistente de crecimiento industrial o instituir una verdadera justicia tributaria.

La estrategia liberal es apenas defensiva, en lo tocante a la preservación de los intereses ya dominantes, y agresiva en relación a los derechos sociales y económicos de millones de brasileros.


El finado PT -extinto por sus propios dirigentes, con apoyo de largas parcelas de sus bases y la connivencia y silencio de la mayor parte de su antigua intelectualidad- cumplió hasta finales de los años 1990 el papel de resistencia y alternativa posible a la hegemonía liberal, que entonces se imponía en el país.

  Con la metamorfosis política e ideológica del antiguo PT, lo que asistimos, de allá para acá, especialmente a partir de la llegada de ese agrupamiento al gobierno federal, fue la desarticulación avanzada y orgánica de una capacidad crítica y propositiva, buscando la construcción de una contra-hegemonía liberal .


El neoPT que emerge de las mutaciones producidas por el lulismo nada tiene que ver con el antiguo PT, transformándose en el pilar del neoliberalismo, además de haberse contaminado de vicios, deformaciones y comportamientos irreversibles.


La izquierda que no se rindió, sectores ligados a la defensa del nacionalismo revolucionario y segmentos de los movimientos sociales, en lucha contra los ataques del capital, sufrió y sufren las consecuencias que el cambio lulista produjo y no presentan, todavía, una alternativa al cuadro de crisis profunda en que nos encontramos.


Innegablemente, el transformismo representado por el neoPT dejó un vacío todavía no llenado

Ahora, muchos de esos sectores están en la calles, en la denuncia del artificial y forzado impeachment contra Dilma , junto a las bases del lulismo. Se trata de palanquear un proceso cuyo objetivo es acelerar los objetivos del recetario liberal, con gravísimas consecuencias para los derechos sociales, la soberanía nacional y al fortalecimiento del Estado, en una perspectiva que interese a los trabajadores.

Caso el actual proceso de impedimento de la presidenta sea frenado, nuevos embates estarán en la agenda, pues los sectores dominantes parecen convencidos, al menos hasta ahora, de que la funcionalidad del neoPT perdió su validez.

Hay, por tanto, un largo camino de lucha, para que se creen las condiciones -en el campo popular- de alternativas sistémicas al modelo económico liberal periférico y al actual sistema político, fundado en el interés de las grandes corporaciones empresariales y en su poder económico.


Esos son los gigantescos desafíos colocados para los que aspiran a las transformaciones estructurales exigidas para un país soberano y, de hecho, democrático. Hasta allá, lo que podemos afirmar es que la lucha, y la agonía, estarán en curso.


La agonía continúa después del domingo



Marcelo Castañeda  

Correio da Cidadania, São Pablo, 14-4-2016


Con la votación del pedido de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff en el plenario de la Cámara este domingo nada se definirá. La crisis de representación que afecta al Ejecutivo, Legislativo, Judicial, partidos políticos, medios de prensa, y movimientos sociales más estructurados no va a pasar de una hora para otra con el rechazo o aprobación del impeachment para que el Senado prosiga el rito. 

Aunque los ánimos del mercado señalen que el impeachment es muy probable -las alzas de la bolsa y derretimiento del dólar van en ese sentido- el hecho es que nadie está en condiciones de afirmar lo que acontecerá el domingo.

Una cosa es cierta: lo que fuera decidido por el Congreso más cuestionado de la historia no va a cambiar mucho los desafíos que se tejen en el terreno de la lucha, que es donde podemos esperar cambios. 
Esta constatación se debe al hecho de que e l gobierno Dilma por sí sólo es indefendible , y no señala ningún cambio de postura en el sentido de una apertura democrática para discutir los rumbos del país caso permanezca.

Por otro lado, un gobierno Temer promete ser ultra-liberal con su “puente hacia el futuro”.

Por tanto, cabe trazar algunos escenarios teniendo en cuenta que todos los principales actores políticos que actúan en el ámbito de la representación parecen ser responsables por este impasse político que ya dura por lo menos cinco meses.

Es importante subrayar: lo que está en curso no me parece ser un golpe en el sentido estricto, que remite a 1964, mucho menos un golpe que toma al gobierno Dilma de sorpresa.

Se trata de una agudización de la tensión en el ámbito de la coalición gubernamental que se deshace.

Si fuese un golpe mismo, no habrá siquiera tiempo de negociar acuerdos en torno de cargos y enmiendas como está siendo hecho abiertamente.
Sin hablar que el gobierno Dilma puede entrar con una acción en el STF (Supremo Tribunal Federal), contestando el parecer favorable o incluso la regularidad de los tales créditos suplementarios.

Hasta ahora, el gobierno Dilma y el PT no han producido ningún cuestionamiento en relación al rito del impeachment.

Nada mejor que el tiempo para mostrar el juego político:
  estamos asistiendo a una disputa por el poder con las debidas patadas en la canilla sin pudor alguno.

La narrativa de “no va a tener golpe” parece apartada de toda base social -más allá del izquierdismo practicado por una parte dominante de la izquierda institucional-, limitando el contacto con la mayor parte de la población en el juego de la opinión pública, que es lo que se disputa en las calles y en la redes, mirando lo que pasa arriba, en la institucionalidad.

Esa narrativa parece apartada en relación a la opinión pública, y tiende a una lógica propia, más próxima de los intereses económicos que rigen sus mandatos.

A lo máximo se trata de un golpe lento y paciente lanzado por el PMDB sobre el PT, que moviliza su base de apoyo de forma justa para intentar equilibrar un juego que le es cada vez más desfavorable conforme el tiempo pasa; basta ver la decisión del PP (Partido Progresista) de votar a favor del impeachment incluso después de todas las coimas que le ofrecían, hasta el Ministerio de Salud.

Voy a trabajar aquí con el escenario menos probable en este momento en que los conteos de voto de los diputados favorables al impeachment suman 320 votos de los 342 necesarios, o sea, a la permanencia de Dilma.

Para comenzar, un elemento importante: la Operación Lava Jato va a ser encajonada independientemente de lo que ocurra este domingo.


Por lo menos el juez Moro ya dijo que cierra en diciembre y de allí por delante es el STF, lo que significa un paso más lento. Con la permanencia de Dilma en un gobierno fisiológico y su incapacidad de dar alguna guiñada democrática (no estoy hablando de nada a la izquierda) los ajustes van a continuar y viviremos rendidos a los humores del capital financiero.

Para tener una idea, analistas del mercado proyectan el dólar a  R$ 3 en un gobierno Temer, lo que significa que cualquier valor encima de eso es especulación y juego político.

Tendremos que lidiar con un ajuste severo y precisamos mantener la articulación en torno de la permanencia de este gobierno para contestarlo. Y donde veremos quién es quién en el juego de la articulación social.
En la práctica, la permanencia de Dilma significa dejar que el PT haga su juego sucio para mantenerse en el poder y decidir más adelante, en 2018, incluso si es hora de volver a ser oposición.

De la misma forma,en el  caso que Temer asuma, si el PT tiende a volver inmediatamente a la oposición. Precisamos tener claridad de que ya no es posible ninguna ambigüedad en relación al PT.

Por fin, parece que las nuevas elecciones perdieron fuerza en el ámbito del TSE (Tribunal Supremo Electoral), que por lo inédito de la acción, sólo debe votar el procedimiento el año que viene, lo que daría a convocatoria de elecciones directas.

T al vez por eso, Marina e Aécio se declararon a favor del impeachment.
Lo más probable es que tengan que esperar hasta 2018. En el fondo, la agonía no termina el domingo, ella va a atravesar el país con sus crisis y parece que va a continuar hasta que consigamos instituir una democracia que más allá del voto, se haga a partir de la sociedad contra el Estado y la representación podrida.

Ese es el desafío de la lucha política: tejer la democracia a partir de demandas concretas y no de íconos que nos dominan .


En ese sentido, las luchas pueden ser tenidas como estratégicas y las elecciones como tácticas en determinados momentos,


Sólo que la lógica es inversa, por eso la agonía sin fin


Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

 


 
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